Reloj biológico y apetito: las consecuencias menos conocidas del cambio de hora  

Ajustar el horario no solo altera el sueño, también puede influir en la sensación de hambre, el estado de ánimo y la preferencia por ciertos alimentos. Académico de la USS entrega recomendaciones para enfrentar este proceso de forma saludable.  

Este fin de semana se ajustó el sistema de tiempo oficial en el país y, aunque muchos asocian este cambio con trastornos del sueño, existen otros efectos menos evidentes que también impactan en nuestro bienestar: mayor apetito en momentos inusuales, fatiga sin razón aparente y modificaciones en la preferencia por ciertos alimentos.  

“El cambio de hora afecta directamente nuestro ritmo circadiano, que regula funciones fisiológicas como el sueño, el estado de alerta, el metabolismo y también el apetito”, explica el académico de la Universidad San Sebastián, Bautista Espinoza. 

Según el nutricionista, el cambio de hora puede alterar la producción de melatonina —hormona clave en el ciclo de sueño—, lo que a su vez impacta en otras señales hormonales vinculadas al hambre, como la grelina y la leptina. “Podemos sentir hambre en momentos que ya no coinciden con los nuevos horarios de comida, lo que lleva a comer más o a preferir alimentos calóricos”, señala.

Para facilitar la adaptación, el especialista recomienda ajustar progresivamente los horarios de alimentación, moviendo las comidas entre 20 y 30 minutos hacia el nuevo horario. También destaca la importancia de la exposición a la luz natural por la mañana, un regulador potente del reloj biológico.

“La luz solar ayuda a reajustar nuestros ritmos internos. Salir a caminar temprano o simplemente abrir las cortinas puede marcar la diferencia en cómo nos sentimos durante los primeros días”, agrega. 

Otras estrategias útiles durante este periodo son mantener horarios estables de sueño y alimentación, elegir alimentos livianos por la noche, evitar el consumo de cafeína y alcohol, y realizar actividad física moderada.

Desde instituciones como la Harvard Medical School, también se recomienda tomar siestas cortas si se presenta fatiga, utilizar cajas de luz si la exposición natural es baja, y retrasar de forma progresiva las rutinas diarias como una forma de ayudar al cuerpo a adaptarse sin afectar el bienestar general. 



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